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Música
50 años de Kraftwerk

Kraftwerk en Copenhague en 2019
Kraftwerk en Copenhague en 2019 | Foto (detalle): © picture alliance/Gonzales Photos

​"Estamos programados para todo, y todo lo que quieras se cumple", Arno Raffeiner aprovecha el 50 aniversario de la banda Kraftwerk para dar un vistazo a los pioneros del pop electrónico, su evolución hasta la fecha y su influencia fuera de Alemania.

De Arno Raffeiner

Un día de 1970 en Düsseldorf, Ralf Hütter y Florian Schneider fundaron una banda. En julio tuvieron su primera presentación en vivo, en Aachen, y en noviembre apareció su primer álbum, sin título. Cincuenta años después, Kraftwerk es sin duda uno de los proyectos más influyentes de la cultura pop. No se puede exagerar su papel de pioneros del pop electrónico, ni tampoco su importancia para otros géneros. Impusieron nuevos estándares con su combinación de forma, fondo y técnica en una obra multimedia.

El verdadero aniversario quedó eclipsado por la muerte de Florian Schneider el 21 de abril de 2020. Schneider ya había dejado la banda desde finales de 2008, pero la mayoría de los obituarios se convirtieron en un reconocimiento a la obra completa de Kraftwerk, a la cual prácticamente no se le ha añadido nueva música en los últimos treinta años. Ahora, Ralf Hütter, como único miembro fundador restante, se dedica al cuidado del catálogo de manera aún más intensiva.

Contexto e historia

Hütter, Schneider y sus compañeros formaban parte de la generación de la posguerra. Intentaban desmantelar culturalmente la dictadura nacionalsocialista y, rodeados de una cultura de masas fuertemente influida por Estados Unidos en la RFD, buscaban su propia tradición y lenguaje musical. Esa búsqueda se expresó en el krautrock. El término había sido acuñado con un tono desdeñoso por la prensa británica, pero durante los años setenta se convirtió en el sello de los emocionantes sonidos Made in Germany.

Bandas como Can (de los estudiantes de Stockhausen Holger Czukay e Irmin Schmidt) y más tarde NEU! (con Klaus Dinger y Michael Rother, ambos parte de una alineación anterior de Kraftwerk) se alejaron conscientemente del paradigma bluesero de sus modelos estadounidenses y británicos para probar formas más libres, casi siempre puramente instrumentales, a caballo entre la improvisación y el ensimismamiento eterno en el ruido.

De su primera fase en ese entorno, Kraftwerk heredó el rechazo de todo roquerismo y la concentración en nuevas tecnologías: sintetizadores, cajas de ritmo, secuenciadoras, vocoders que a veces desarrollaban o adaptaban ellos mismos. Hütter y Schneider pertenecían a la burguesía culta y acomodada, y tenían los medios financieros para conseguir equipo apenas asequible en esos tiempos. Sin embargo, así provistos, también allanaron el camino para la posterior democratización de los medios de producción gracias a la digitalización. Con el álbum Autobahn (1974), Kraftwerk unió la música electrónica, hasta entonces sobre todo académica, con melodías pegajosas y estructuras transparentes, y la catapultó al mainstream internacional.

Música popular postindustrial

Autobahn marcó un giro hacia las canciones y las letras en alemán, y a la vez dio a luz al enfoque que hace relevante a la banda hasta nuestros días: en el centro de la música está la observación de los avances tecnológicos y sus efectos en la vida cotidiana. Hay álbumes conceptuales sobre medios de transporte (Autobahn, Trans Europa Express), sobre medios y obtención de energía (Radio-Aktivität), sobre robótica (Die Mensch-Maschine) y sobre telecomunicaciones y digitalización (Computerwelt). Para Kraftwerk, la humanidad y la tecnología no están en conflicto, sino en un diálogo constante.

Además de los medios de transporte individuales, los trenes rápidos se convierten en patrones de ritmo para una música que quiere asir un presente cambiante con herramientas también cambiantes. Hasta 1974 sigue notándose la colaboración con el productor Conny Plank, pero a partir de entonces, Kraftwerk se esfuerza por conseguir el control total de los medios de producción. Construyen su Kling-Klang-Studio en Düsseldorf, que entienden y usan como un instrumento independiente. Hacia afuera cuidan un modo de actuar más bien científico: precisión y control en vez de expresión exaltante. Se alejan de la imagen del individuo artístico genial y el culto a la personalidad asociado con ella y se dirigen al "obrero musical" (cita de Hütter) y, en la siguiente etapa, a los suplentes robóticos que representan a Kraftwerk en el escenario y dan las entrevistas. "Nosotros somos los robots": un elemento central de la iconización y la imagen multimedia de la banda.

Kraftwerk previó cambios sustanciales en la era de la digitalización, reflexionó sobre los modos de producción y los asumió, y así marcó el soundtrack de esta época. Su música, con su presentimiento futurista pero también su forma simple y concisa, se mantiene en equilibrio entre el optimismo progresista y la crítica a la tecnología. Es evidente que la propia banda comprende el reproche ocasional de cantar la innovación tecnológica de forma demasiado ingenua y afirmativa. Por ejemplo, la letra de "Radioaktivität", que originalmente era neutral y descriptiva, en una nueva versión se convirtió en escenario de catástrofes nucleares y obtuvo un verso extra: ¡Alto a la radioactividad!

Esa versión revisada es ejemplo de otro giro: a partir del álbum Tour de France (2003) la banda ya no hace música nueva, sino que se concentra en el cuidado de su obra: optimización sonora, conversión a nuevos formatos, presentaciones en vivo. El nuevo paradigma es el catálogo: la actualización constante de las obras producidas entre 1974 y 2003. Eso puede comprenderse como una automuseización, que viene acompañada del reconocimiento de su relevancia histórica y cultural: desde 2011, Kraftwerk hace sus espectáculos de grandes éxitos —con tecnología 3D— sobre todo en instituciones artísticas como el MoMa, en Nueva York; el Tate Modern, en Londres y la Neue Nationalgalerie, en Berlín.

Robots en la diáspora

En Estados Unidos, a finales de los años setenta y principios de los ochenta, la música de Kraftwerk tuvo una gran influencia en el surgimiento de dos corrientes que dejaron huella en el pop hasta nuestros días. Por un lado, en el tecno, el house y la música electrónica bailable en general. Sobre todo en Detroit, conjuntos como Cybotron y después Underground Resistance (Afrogermanic) o Drexciya se remiten explícitamente a Kraftwerk. Por el otro, en el hip-hop y el electro-funk. En 1982, en el sur del Bronx, Nueva York, Afrika Bambaata unió elementos de las piezas de Kraftwerk "Nummern" y "Trans Europa Express" en su canción "Planet Rock". El New York Times la nombró "probablemente la canción pop negra más influyente del año".

"Planet Rock" es un improbable golpe de suerte de la historia del pop: las ideas de Kraftwerk, que abrevaba conscientemente de las vanguardias anteriores a 1933, las unía con el modernismo y la Bauhaus y las desarrollaba con nuevos medios, se encuentran en los barrios afroamericanos de las metrópolis estadounidenses con el legado cultural de la esclavitud, lo que el teórico de la cultura Paul Gilroy llama la "contracultura de la modernidad": las corrientes musicales del Atlántico negro. Ambas se encuentran en su búsqueda compartida de nuevas expresiones musicales.

En este contexto, parte del atractivo de Kraftwerk son justamente su rigidez robótica y su precisión maquinal, en las cuales los músicos de Nueva York, Detroit y Miami descubren una nueva forma de funk. Conceptos como la máquina humana, una referencia directa a Metrópolis, de Fritz Lang, también unen a Kraftwerk con las utopías de la diáspora afro. Por ejemplo, con el mundo ciborg que propone la música estadounidense Janelle Monáe en sus álbumes The Archandroid (2010) y The Electric Lady (2013). Pero los discos de Monáe sólo son una muestra más de la influencia del programa de más de cincuenta años de Kraftwerk: la música como portadora de ideas.

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