Cultura y medio ambiente  “Las juventudes periféricas reinventan el mundo todos los días”

  Perereca.
Perereca. ©Moara Tupinambá

La productora cultural y activista climática Marcele Oliveira fue elegida como Campeona de La Juventud del Clima de la COP 30, que tiene lugar en Brasil en 2025. En esta entrevista, Oliveira habla sobre la importancia del cargo, enumera los desafíos a enfrentar y destaca la necesidad de considerar las demandas de las poblaciones jóvenes periféricas, rompiendo burbujas a favor de cambios para el bien colectivo global.

Marcele Oliveira tiene 26 años, es productora cultural y ya sabe cuál es la revolución que quiere promover. Nacida en la periferia de Río de Janeiro, en Realengo, creció rodeada de violencia y tragedias cotidianas, pero, a pesar de las adversidades, eligió comprometerse con actividades culturales que buscan mejorar la vida de los habitantes de su región. Para ello, tuvo que salir de su barrio para estudiar, trabajar y constatar las disparidades que marcan la geografía de Río. ¿Por qué faltan espacios públicos de ocio en determinadas zonas de la ciudad? ¿Cómo explicar la ausencia de parques en estos espacios? ¿Dónde están los árboles? A partir de estas inquietudes, comenzó a vincular la cultura con el activismo climático, lo que recientemente culminó con su nombramiento como Campeona de la Juventud de la Conferencia sobre el Clima de Belém, COP 30, que tendrá lugar en noviembre de 2025.

Desde que comenzaste a involucrarte en el activismo climático, ¿ha habido un cambio en la participación de los jóvenes en este contexto?

Cuanto más hablemos de un modo que las y los jóvenes puedan entender, más gente se conectará con el problema climático. Cuando se habla de “mitigación, pérdidas y daños, COP, negociaciones”, quizá pocas personas puedan identificarse. Pero si hablamos de la calidad del aire, de los alimentos, si damos nombres a los fenómenos meteorológicos extremos – inundaciones, olas de calor, sequías –, si hablamos de la importancia de la educación ambiental para proteger los lugares que fueron parte de nuestra historia –esa playa, esa isla–, entonces es más fácil involucrar a la gente joven. Creo que estoy viendo que se está produciendo un cambio. Cada vez más personas se empoderan y participan en la agenda climática. Cada vez más personas sienten el calor y notan la falta de adaptación en las ciudades. Hay más gente haciendo la conexión entre lo global y lo local, porque lo global sólo avanza si lo local se articula. Y lo local sólo avanza si lo global también se articula.

Fuiste elegida Campeona de la Juventud de la COP 30. ¿Cómo entiendes este papel?

Mi papel es conducir las consultas y formular aportaciones, para que todos puedan sentirse parte de la COP, independientemente de si están en Belém. Lo más importante en este momento es ver la COP no como una conferencia normal, o una edición más de las que ya han sucedido, sino como un momento de cambio climático que necesitábamos. Iniciar una agenda de implementación, que debe reflejarse en las negociaciones, pero también debe reflejarse en la vida cotidiana de la población en sus territorios. La tarea, en la práctica, es garantizar que este esfuerzo global contra el cambio climático cuente con amplia participación de jóvenes diversos, que vienen de comunidades ribereñas, quilombolas, indígenas, extractivas y periféricas, como la mía.

Como mujer negra proveniente de la periferia de la ciudad, ¿cuáles son los desafíos y las fortalezas de ocupar un espacio como este en una Conferencia del Clima?

Como joven negra, tengo una tarea importante, que es conectar este gran espacio de discusión climática con las actividades que ya lidera el Movimiento Negro, como la Marcha de las Mujeres Negras, entre otras. Se trata de hablar de los diversos desafíos que enfrentan estos jóvenes y de la necesidad que tiene el mundo de escucharnos. Hay varias reivindicaciones que se hicieron hace muchos años, pero que no llegaron suficientemente lejos.

También aporto la perspectiva de la cultura, es decir, cómo la cultura puede ser nuestra aliada, en el sentido de ser una estrategia de concientización a través de festivales, películas, espacios donde están los jóvenes. Necesitamos entender que gran parte de nuestra sabiduría ancestral necesita ser no sólo considerada, sino escuchada, porque necesitamos reinventar el mundo. Es mucho más fácil pensar en el fin del mundo que en reinventarlo. Y si hay un lugar donde el mundo se está reinventando, ese lugar es el de la juventud periférica, negra, quilombola, que lidia con las guerras, con la escala de trabajar seis dias y descansar uno, con la falta de vivienda de calidad. Son estos jóvenes los que reinventan el mundo cada día. Son ellos los que necesitan que sus consideraciones se pongan en práctica.

¿Cuáles son, en su opinión, las posibilidades que ofrece la cultura para despertar la acción climática en los jóvenes?

La cultura es una forma de dialogar traduciendo las palabras para nuestros problemas cotidianos. Es una manera de hablar a través de imágenes, palabras, poesía, para que muchas denuncias y percepciones puedan llegar a través del arte, llegando a través de los libros, de la música. La cultura también tiene ese carácter de reinvención, de transformación, pero cuando hablamos de cultura no hablamos sólo de ocio, de arte, de entretenimiento, sino también de nuestra manera de pensar. Necesitamos cambiar nuestra cultura para considerar a la naturaleza como un ser con derechos que deben ser respetados.

En este contexto, ¿cómo se sitúan las instituciones culturales? ¿Qué papel pueden desempeñar en esta perspectiva de “soluciones basadas en la cultura”?

El papel de las instituciones también radica en la transversalización de la política climática con la política cultural, no sólo en el sentido de los organismos públicos, como ministerios y secretarías, sino también en la concesión de premios en convocatorias públicas. Se trata de instrumentos para acceder a financiación, por ejemplo. ¿Cómo fortalecer la acción territorial que aborda los problemas climáticos a través de la cultura? Las alianzas con marcas, empresas e instituciones se pueden utilizar para impulsar la acción climática, para colaborar con el esfuerzo global para combatir el cambio climático, pero creo que el papel de las instituciones es escuchar las demandas y no decir cuáles son sus propias demandas como organizaciones. ¿Cuál es la demanda de los territorios, por ejemplo? Es esta demanda la que necesita priorizarse, recibir inversión y acelerar su capilaridad. Necesitamos acceso a más recursos y más visibilidad.

¿Y cuáles son las prácticas culturales en la periferia que usted cree que ya son formas de resistencia y adaptación climática?

Las cooperativas de reciclaje, por ejemplo, son un ejemplo periférico muy importante de adaptación climática, una tarea que es en gran medida invisible. Hay muchos trabajos enfocados a la educación ambiental pensando en niños, adolescentes, familias, son trabajos que tienen un impacto enorme. Podemos considerar organizaciones comunitarias, comedores populares, techos verdes. A veces es sólo un huerto, pero el impacto y la conciencia que genera son enormes. Y otras lógicas de ocupación urbana, plazas, parques. Creo que lo que viene de la periferia, en este sentido, es muy relevante, porque es práctico, efectivo y tiene un impacto real en la vida cotidiana de las personas.

¿Y qué te da esperanza hoy frente a la crisis climática?

Mi esperanza reside en esta idea de que para ser campeón es necesario tener un equipo. Mi responsabilidad es liderar un proceso para que muchas voces de Brasil, de América Latina y del Sur Global sean escuchadas. Y también contribuir a combatir la desinformación. Lo que me da esperanza es ver que hay mucho por hacer, pero también mucho que ya se ha hecho hasta ahora. Hay muchos caminos posibles, hay mucha tecnología, mucha creatividad involucrada. Necesitamos coordinar mejor estos esfuerzos. No hay que empezar de cero, sino sumar fuerzas estratégicamente, para que esta COP30 no celebre la continuidad, sino que “a partir de ahora, priorizaremos otra agenda”: la accesibilidad, la inclusión, la diversidad. El reto de seguir reinventando el mundo es lo que me da esperanza.

¿Qué futuro sueñas para tu generación, para los jóvenes de las periferias, en relación al clima y a la cultura?

Me gustaría que fuera posible que más jóvenes pudieran relacionarse con el medio ambiente, con sus biomas, con la naturaleza, con los alimentos, en definitiva, con aquello que no es artificial. Ojalá ésta fuera la realidad de la juventud, que esto fuera parte de nuestras vidas, que no fuera un privilegio, que fuera un derecho garantizado. Creo que la lucha es un poco en este lugar, porque no es divertido tener un parque solo en Realengo, tiene que haber parques en todas partes. No es divertido tener sólo un huerto aquí y allá, es necesario tener varios huertos. No es divertido que algunas personas accedan a él y otras no. La agenda climática ambiental es una agenda colectiva.