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Flo Maak
Olga

OLGA es un conjunto de fotografías tomadas por el artista alemán Flo Maak durante una residencia artística en Tijuana realizada durante 2018. El conjunto de piezas nos invita a deambular por múltiples capas de lo visible, lo invisible y  lo sensible. Y hago hincapié en estos tres elementos que se concatenan de manera muy sugerente, pues pasamos de lo que se ve a lo que no se ve pero se siente.
 

Si bien el primer efecto que se tiene ante las imágenes es una explosión de colores en las retinas, el segundo efecto inmediato es una sensación enigmática que nos hace intuir que el estímulo visual provocado por la exuberancia del color no desembocará en alegría. Ya que, al acercarnos con más detenimiento a las piezas vemos cómo están atravesadas por textos que emergen como preguntas o afirmaciones que nos indican que además de los colores y las formas, hay una profunda tristeza. Una búsqueda. Una pregunta sobre el paradero de Olga. Una especie de murmullo que nos atraviesa, algo que ignoramos conscientemente pero sentimos. Algo que no sabemos bien porque, aunque desconocido, nos afecta. Algo que tiene que ver con la pérdida, con ese sentimiento de pérdida que todos alguna vez hemos sentido.
 
En principio, la pérdida parece ser amorosa o filial y va acompañada de un nombre femenino. Sin embargo, al acercarnos más al proyecto nos damos cuenta de que Olga, no son sólo las fotografías de un espacio público intervenido sino un detonante para hablar del género, de la violencia, de la frontera y del uso del espacio público para construir un duelo colectivo en torno a las vidas de las niñas y las mujeres como Olga Camacho Martínez quien con sólo ocho años fue violada y brutalmente asesinada en Tijuana en 1938 por un joven soldado llamado Juan Castillo Morales quien absurdamente devino en un santo popular llamado Juan Soldado, actualmente venerado por los migrantes que llegan a Tijuana que le piden les ayude a cruzar la frontera con éxito.
 
Así, la profundidad de esta pieza nos muestra cómo, a decir de Judith Butler (2006), las vidas de muchas mujeres y niñas mexicanas son vidas precarias a las que se les niega incluso la posibilidad de un duelo. Tal como lo muestran los 10 feminicidios diarios acontecidos en México desde inicios de 2019: vidas desechables frente a otras (sobre todo masculinas) que gozan de la posibilidad de un duelo e incluso su transformación en mártires como en el caso de Juan Soldado.
 
En este sentido, la relación binaria del género en México está atravesada por los privilegios masculinos que hacen uso de las tecnologías de la violencia para someter a las mujeres y a lxs personas feminizxs ante el poder. Así, el gobierno sobre estos cuerpos es una especie de necropolítica de género.
 
En este sentido, la violación y asesinato de Olga Camacho, desafortunadamente, no fue una extraña excepción a la regla, sino una forma visible del ejercicio de poder de un sujeto legitimado para ejercer violencia de forma autorizada, no olvidemos que el asesino y violador de la niña era un soldado.
 
Retomo el concepto de necropolítica (Mbembe, 2011) entendido como la gestión y rentabilización de los procesos de muerte para hacer visible que en México los mecanismos de control de género están altamente vinculados con el machismo y el necropatriarcado celebrados por el Estado, cuyo poder se expande de manera meta-estable (Amorós, 2005), entre clases, razas y generaciones y desembocan regularmente en contra de las personas legibles como mujeres (cis y trans), no binarias, queer, racializadas, pobres, contestatarias y/o precarias.
 
Entiendo por necropatriarcado al sistema binario de regulación de género que otorga el privilegio de ejercer las técnicas de violencia necropolítica a la figura-cuerpo del varón individual (como micro soberano) sobre las poblaciones que estén a su cargo.
 
Así los varones (heterosexuales y cis-sexuales en su mayoría) tienen entre sus privilegios de género el conocimiento en el uso de las técnicas de la necropolítica y la legitimidad cultural para usar la violencia como herramienta fundamental de gobierno sobre los otrxs. Es decir, en el pacto patriarcal mexicano (aunque este pacto no se da solamente en México) se firma tácitamente un contrato de impunidad y de falta de justicia en torno a los crímenes contra las mujeres trans y cis y contra las poblaciones minoritarias por raza/ etnia, sexualidad, edad y clase.
 
Por eso, hay que entender que este pacto es parte de la cartografía política de la masculinidad machista que sostiene el discurso oficial de la nación heterosexual (Curiel, 2013). En este sentido, la cara más visible de este necro-patriarcado es la máquina feminicida (González Rodríguez 2002) que contabilizó más de 53000 feminicidios cometidos en territorio mexicano contra mujeres desde 1985 hasta 2016 según cifras oficiales presentadas en 2017 por la Secretaria de Gobernación de México y el Instituto Nacional de la Mujeres.
 
Dichas cifras son algo más que la contabilización de mujeres asesinadas, son también el vestigio de que es necesario hacer duelos colectivos desde todas las imaginaciones políticas posibles, en el caso de Olga, Flo Maak usa el arte como una invitación a sentir y pensar la ausencia y la deuda social que tenemos con todas las mujeres asesinadas en condiciones similares a las de esta niña.
 
Esta invitación para pensar colectivamente el duelo, la frontera, la violencia y el devenir mujer o subalterno (como subjetividades violentables), se cruza con las acciones y reflexiones realizadas por los participantes del taller “escribiendo lo público”, quienes son habitantes de Tijuana (con distintas trayectorias y formaciones vitales) que viven cotidianamente las dinámicas económicas, políticas, sociales, culturales, de género y de sexualidad que se intersecan en esta frontera transnacional, mundialmente conocida como el lugar al cual acudir si quieres comprar sexo, drogas, alcohol y diversión a bajo precio. O el sitio al cual llegar si quieres pasar “al otro lado”, es decir, como la última frontera de Latinoamérica que se debe cruzar para ingresar a los Estados Unidos y acceder a su auto-preconizado “sueño americano”.
 
 
Así, la dimensión fronteriza presentada por las palabras de los participantes, en especial el texto de Karina Muñoz, puede ayudarnos a entender la migración como proyecto político de expolio, es decir, de saqueo material y simbólico dentro del mapa de gobernanza internacional que conecta la dimensión colonial con el fascismo desplegado por Donald Trump, pues en ambos casos se reafirma el racismo como una tecnología de gobierno de las poblaciones, que a través del enfrentamiento violento, genera rentas simbólicas, sociales y materiales para las poblaciones no minoritarias. De esta manera, a través de la producción de argumentos y justificaciones nacionalistas se fomenta la rivalidad y se elimina la hospitalidad entre comunidades en pos de salvaguardar una identidad nacional que esconde imaginarios coloniales.
 
Para cerrar, me gustaría citar las palabras de Sarah Nuttall: “¿Cómo y en qué términos regresamos a la pregunta sobre el cuerpo muerto ahora, como cuerpo, vida llorada y forma de mortalidad, de desierto o vacío en el cuerpo político?” (2012: 93), esto con la intención de reconocer que el gesto estético sobre el duelo y la memoria es un gesto siempre político y, en caso de Olga de Flo Maak, es un gesto políticamente afectivo. Un abrazo transgeneracional. Un no te olvido.
 

Referencias

Amorós, C. (2005). La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para la lucha de las mujeres. Colección Feminismos, Madrid: Cátedra.

Butler, J. (2006). Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós.

Curiel, O. (2013): La nación heterosexual. Análisis del discurso jurídico y el régimen heterosexual desde la antropología de la dominación. Bogotá: Editorial Brecha Lésbica/ En la Frontera.
Gónzalez Rodríguez. S. (2002). Huesos en el desierto. Barcelona: Anagrama.

Mbembe, A. (2011). Necropolítica. Barcelona: Melusina.

Nuttall, S. (2012): “Violencia, re-composición, superficie: culturas visuales en Johannesburgo.”  En: Chávez McGregor, Elena. (Comp.).  Estética y violencia: necropolítica, militarización y vidas lloradas, 93-115. México: MUAC/UNAM.
 

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