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Modelando el Pasado
Monumentos en movimiento

Ada Pinkston, participante de "Modelando el Pasado", frente al Monumento a Washington en Baltimore
Ada Pinkston, participante de "Modelando el Pasado", frente al Monumento a Washington en Baltimore. | Foto (detalle): Chris Chapa

¿Qué rol tienen los memoriales en el trabajo de memoria? ¿Cómo pueden convertirse en lugares de participación? El proyecto Modelando el Pasado, una colaboración del Goethe-Institut, Monument Lab y la Agencia Federal Alemana para la Educación Cívica, reúne iniciativas de Norteamérica y Alemania.

De Paul M. Farber

La noche del 31 de mayo de 2020, en Birmingham, Alabama, una multitud se reunió en el parque Linn de la ciudad para protestar por el asesinato de George Floyd y el racismo sistémico. Rodeado de edificios municipales, incluyendo el ayuntamiento y el tribunal del condado Jefferson, un grupo intentó derribar un obelisco conmemorativo de más de cien años, el Monumento a los Soldados y Marineros Confederados. 

Instalado en 1905, el monumento tuvo el apoyo de las United Daughters of the Confederacy (Hijas Unidas de la Confederación), una organización cívica fundada para encumbrar la "Causa Perdida" de los estados sureños derrotados en la guerra civil al tiempo que romantizaba y encubría la institución de la esclavitud.  El Monumento a los Soldados y Marineros Confederados fue una de las docenas de estatuas que ayudaron a dedicar a lo largo de los Estados Unidos, entre otras campañas conmemorativas y que juntas reinscribieron formas cotidianas de racismo en espacios públicos.

LOS PUNTOS ÁLGIDOS DE UN ESPERADO AJUSTE DE CUENTAS 

Esta no fue la primera vez que el monumento de Birmingham sirvió como lugar para conectar símbolos y sistemas de injusticia. El obelisco estuvo erguido durante periodos de terror racial en época Jim Crow, segregación legalizada y discriminación institucional prolongada. Desde 2017, la ciudad colocó una caja de madera alrededor de su base, en respuesta y como desafío a un mandato estatal a gobiernos locales para decidir la suerte de sus propios monumentos que se volvió ley para prohibir saldar cuentas de manera local con sitios confederados. La misma situación había impedido que otros poderes locales del gobierno confrontaran sus historias en otros estados sureños como Carolina del Norte y Virginia.
 
Esa noche de mayo, la gente en Birmingham destrozó primero la caja que ocultaba al monumento, pintó con espray la base y comenzó un derribo con cuerdas, informada, en parte, por una serie de tuits de la arqueóloga Sarah Parcak de la Universidad de Alabama, quien había publicado un tutorial sobre cómo derribar obeliscos el día anterior. Cuando la acción comenzaba, el alcalde de la ciudad, Randall Woodfin, se dirigió a la multitud con un megáfono y se dice que les imploró a los que se trepaban al obelisco que esperaran. En una frase que ahora es famosa, les dijo, "Dejen que termine el trabajo por ustedes". Un día después, trabajadores con grúa removieron el monumento confederado. 
 
En pocos días se sumaron docenas de otras ciudades en medio de la protesta y el levantamiento, donde también residentes y líderes de la ciudad invadieron el estatus quo. Más de cien ciudades y pueblos eliminaron monumentos que mantenían reverencia a legados de esclavitud y subyugación. Esto incluyó símbolos de la Confederación fuera y dentro del Sur, así como otros símbolos racistas y problemáticos.
 
En casos selectos, los protestantes derribaron estatuas. Pero en su mayoría, los gobiernos locales actuaron a través de mandatos, comités o llamados a la seguridad pública bajo la presión de responder a las cada vez mayores peticiones de justicia. La opinión pública cambió para reconocer que estatuas así no son neutrales y no pueden ignorarse, hacen un daño activo y son símbolos de sistemas de injusticia más amplios. En sus sitios, deben imaginarse nuevas historias para espacios públicos estructurados para la democracia y la igualdad.
 

La opinión pública cambió para reconocer que estatuas así no son neutrales y no pueden ignorarse, hacen un daño activo y son símbolos de sistemas de injusticia más amplios.

La palabra “derribar" se ha vuelto sinónimo del momento. Definida como un "desequilibrio o causar desequilibrio y caer", captura un ánimo e ímpetu de cambio que va más allá de una mera reforma o gesto simbólico. Aunque se usa para significar los derribos con el poder de la gente, la palabra también connota un estatus quo que no puede resistir la presión del simple escrutinio y de responsabilidades más completas de verdades históricas.
 
Fue glorioso ver cómo imágenes de estatuas alguna vez dedicadas a esclavistas, colonizadores y traidores caían al suelo (o a cuerpos locales de agua), lo que sirvió como detonante para poner en movimiento un muy esperado ajuste de cuentas. Fuera de los Estados Unidos y por toda Europa, las peticiones para decolonializar espacios públicos reverberaron, desde los icónicos derribos de la estatua de Edward Colston en Bristol y acciones contra nombres de calles coloniales despectivos en Berlín. 
 
Por qué a esos símbolos se les permitió permanecer por décadas es una pregunta que refleja una historia amarga de control prolongado, subyugación y engañar y confundir a la gente mediante insertos en los modos normativos de la historia pública el arte y la planeación urbana.

EL DEBATE SOBRE LOS MONUMENTOS NO ES NUEVO

Aunque este momento se siente telúrico ahora, los temblores de esos derribos pueden rastrearse desde al menos hace una década, si no es que más, en acciones locales que van desde los capítulos de Take ’Em Down en los Estados Unidos y la campaña #RhodesMustFall (Rodesia debe caer) en Sudáfrica, entre muchas otras.
 
Debemos recordarnos que el debate sobre monumentos no es nuevo. Cada que lees un titular que anuncia un monumento derribado, hay años de activistas y artistas organizándose, soñando y años de resistencia que a menudo pasan sin atribuir y se informa poco sobre ellos. Los trabajadores de la memoria, a lo largo de espacios trasnacionales, han llamado la atención a las perversas conexiones entre símbolos y sistemas.
 
El pensamiento convencional solía ser que los monumentos eran permanentes, universales, intocables y estaban por encima de nosotros. Las estatuas parecían eternas, a pesar del hecho de que se erigen, caen y evolucionan con el tiempo. Como símbolos de poder, casi siempre remplazan a la historia y desplazan narrativas más complejas, luchas no reconciliadas y afirmaciones ocultas en el paisaje. En realidad, ningún monumento es permanente, se requiere de mantenimiento y mentalidades para que permanezca en su sitio.
 

Las estatuas parecían eternas, a pesar del hecho de que se erigen, caen y evolucionan con el tiempo. Como símbolos de poder, casi siempre remplazan a la historia y desplazan narrativas más complejas, luchas no reconciliadas y afirmaciones ocultas en el paisaje.

Una generación emergente de artistas derrocó la vieja forma de pensar en los monumentos, para ahora ser una que presiona más allá de la reverencia forzosa y los trata como sitios de lucha y que ve la historia no como algo fijo, sino moldeable, colectivo y sin guion. Ya no se puede posponer ese mundo más libre que sabemos que puede existir; no sirve de nada aferrarse a los monumentos que rememoran un estatus quo que refuerza el racismo sistémico.
 
Durante gran parte de la última década, Monument Lab ha fungido como investigador y comunicador. Cultivamos y facilitamos conversaciones críticas sobre el pasado, presente y futuro de los monumentos, con artistas, activistas, estudiantes, así como gobiernos de ciudades y estados, museos e instituciones culturales. A través de exposiciones y proyectos públicos, nos hemos conectado con cientos de miles de personas de manera presencial y millones en línea al reimaginar los monumentos hoy.
 
Monument Lab es un proyecto de arte de participación social que toma la forma de un estudio cívico, al probar enfoques colaborativos para desenterrar y reinterpretar historias. Pretendemos que la gente vea Monument Lab como un verbo, una acción que surge de la idea de que los monumentos no son eternos ni universales. El espíritu de Monument Lab es interrogar lo que hemos heredado del pasado, las historias que parecen estar a perpetuidad, pero que, de hecho, no están realmente fijas. Al hacer eso, las historias que se han olvidado, ignorado o suprimido pasan a primer plano.
 
Mi papel como cofundador se vio influido por años de investigación en Alemania. Escribí mi primer libro sobre el muro de Berlín, A Wall of Our Own: An American History of the Berlin Wall (Un muro propio: Una historia estadunidense del muro de Berlín), en parte para reconciliar el entendimiento de mi persona en la historia y en la memoria. James Baldwin escribió, “la gente está atrapada en la historia y la historia está atrapada en la gente”. Tuve que ir para abordar las mentalidades en las que estaba atrapado y las historias que estaban atrapadas dentro de mí. Como estadunidense judío y queer, me criaron para evitar el tema de Alemania porque su historia estaba demasiado cargada con trauma. Cuando fui a Berlín como estudiante universitario, me sentía perturbado ahí y también en casa. Entre los monumentos y marcas tangibles que encontré por todo Berlín, las cicatrices de la ciudad me tranquilizaron, en parte porque se sentían más auténticas que las estatuas intocables, los museos y los libros de historia con los que me crie. 
 
Entre las historias más pesadas que pude imaginar en Berlín, también encontré lugares de sanación y conexión, a menudo caracterizados por coaliciones multirraciales y creación de arte, en conversación con gente que se abrió paso en Berlín para buscar resonancias y refugios similares. El trabajo de mi vida me embarcaría en un viaje para encontrar paisajes en casa donde el trauma y la transformación convivieran.
 
Con los años me he nutrido del diálogo alimentado por la búsqueda artística e histórica con colegas en Alemania y más allá. Esta es una de las razones por las que Monument Lab está emocionado de asociarse con Shaping the Past (Modelando el Pasado) con el Goethe-Institut, y la Bundeszentrale für politische Bildung (Agencia Federal Alemana para la Educación Cívica /bpb), un proyecto que marca intercambios, colaboraciones y conversaciones trasnacionales entre artistas y activistas que prueban nuevas formas de abordar la cultura de la memoria. 

Como una serie de exposiciones, programas y publicaciones involucradas, Shaping the Past destaca modelos innovadores de cómo podríamos memorializar el pasado y fortalecer el pensamiento democrático a través de los espacios públicos. El proyecto incluye el trabajo de becarios del Monument Lab, un grupo de creadores que atiende las desigualdades en la construcción de monumentos y propone nuevos enfoques creativos para el arte público y la historia en sus propias ciudades. Estos becarios radican en Norteamérica y Alemania.
 
En este verano de saldar cuentas y reflexión, Monument Lab ha intentado aprender de los puntos de flexión más recientes en la cultura de la memoria, al tiempo que obtiene fuerza y claridad de visión de nuestros años de trabajo.
 
No existe la permanencia en el arte público y no hay espacios públicos neutrales. En vez de eso, podemos trabajar en coaliciones para conectar símbolos y sistemas de justicia, para saldar cuentas de manera más completa con nuestras historias al mismo tiempo que descubrimos la siguiente generación de monumentos.
 

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