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La escrtura queer como una forma de arte
Apuntes sobre mis sentmientos gays

Las estrellas de la serie de televisión Dynasty. En la televisión alemana, la serie se llamó Denver Clan
Las estrellas de la serie de televisión Dynasty. En la televisión alemana, la serie se llamó Denver Clan | Foto (fragmento) : Brettschneider © picture alliance

De William Johnson

Lo primero que fue gay en mí, fue mi estética.
 
Cuando tenía diez años, estaba obsesionado por las telenovelas estadounidenses. No me interesaban en lo absoluto las series juveniles usuales, en lugar de eso me cautivaban las aventuras provincianas y la teatralidad de Hospital General Dinastía. Cuando Alexis Carrington Colby, la “reina de todas las cosas, hasta donde alcanza la vista”, tuvo un accidente automovilístico en un puente por un acceso de locura de amor no correspondida, sentí su dolor.
 
Cuando los arquetípicos amantes fugitivos, Luke Spencer y Laura Webber, disfrutaban una cita romántica en el pasaje de un centro comercial después de que éste hubiera cerrado, yo me regodeaba en una romántica bienaventuranza. Y cuando Steven Carrington reunió en torno suyo a su familia para sostener una discusión, ahora histórica, sobre su sexualidad, sentí que había encontrado a un gran compañero de camino. Melodrama, exagerados arrebatos sentimentales, la extrema y obscena seriedad que raya en el delirio: indicios del estereotipo de un hombre homosexual y, al mismo tiempo, las cualidades características de mi floreciente sensibilidad a la edad de diez años. Mis gustos artísticos eran gays mucho antes de que yo pudiera serlo.

Las estrellas de la serie de televisión Dynasty. En la televisión alemana, la serie se llamó Denver ClanFoto (fragmento): Bert Reisfeld © picture alliance
¿Por qué existen estos indicios? ¿Por qué una parte de la comunidad homosexual desea y produce estos artefactos inequívocos? Pienso que todo esto surge de un sentimiento de deseo. El deseo conforma nuestra visión del mundo. Incluso a una edad muy joven, mis anhelos tenían un foco único, con una fuerte carga emocional. ¡Quería ser amado! ¡Quería que me entendieran! ¡Quería hacer una entrada triunfal! ¡Quería encerrarme en mi cuarto a reflexionar! Buscaba indicios en la cultura pop, para encontrar un sentido detrás de todo eso. Igual que a Alexis, a Steven, a Luke y a Laura, mis sentimientos de triste felicidad y mis excéntricas pasiones me aturdían totalmente.
           

Por otro lado, esta forma específicamente gay de ser parece estar basada en una forma de sentir específicamente queer. Esta forma queer de sentir –esta personalidad queer– se manifiesta en una forma muy particular y diferente de entender los objetos culturales (películas, canciones, vestimenta, libros y obras de arte) y las expresiones culturales en general (arte y arquitectura, ópera y teatro musical, música pop y disco, style y fashion, emociones y lenguaje). Como praxis cultural, la homosexualidad masculina ejerce una forma muy específica de recepción, reinterpretación y reutilización de la cultura de masas.

De How To Be Gay, de David Halperin


En su libro How to Be Gay el científico y escritor David Halperin ofrece un amplio análisis de esta sensibilidad gay tan específica: la forma en que la cultura queer utiliza la cultura heteronormativa y le da la vuelta, y cómo esta predisposición “ayuda a mitigar el sufrimiento ocasionado por el dolor, pero sin negarlo”. Mi única crítica a Halperin es que argumenta que esta forma de apreciación le es enseñada, incluso heredada, de un gay a otro. Pero a mí nadie me enseñó a que me gustara Dinastía, o, ya que estamos en esto, a que me gustaran Diana Ross y Lil Kim. Mi anhelo interior buscó esas historias. Yo, de manera increíble pero cierta, realmente fui “Born this Way” (nací así). Conforme fui haciéndome mayor, me di cuenta de que estos marcadores estéticos eran poderosos. Bien organizada, esta arbitraria compilación de gustos diferentes podía erigir tótems poderosos, vaya, hasta verdaderos faros: un arte gay que habla con una voz explícitamente gay. Manuel Puig, Edmund White, Essex Hemphill, Marlon Riggs, Reinaldo Arenas, Andy Warhol y John Waters me mostraron el camino. La estética gay conduce, con frecuencia, a un arte inspirador, perturbador y grandioso.
 
Durante mi último año en la preparatoria, me asignaron un proyecto creativo. El maestro le pidió a la clase que reinterpretara Moby Dick, de Herman Melville, a través de una obra literaria o performativa.

Así es que agrupé a mis amigos y juntos creamos una especie de radioteatro absurdo, que llamamos Moby Dick on The Love Boat (Moby Dick en el Crucero del Amor).
 
En esta obra, la melancólica ballena Moby Dick reserva un camarote en el icónico crucero Pacific Princess. Moby está convalenciendo de la fracasada relación con un cazador de ballenas absolutamente encantador, pero bastante loco, de nombre Ahab. Moby se va de crucero para darse un merecido descanso y para recuperarse de la relación, que fue apasionada pero también muy problemática.


“Trágicamente, provenimos de mundos absolutamente diferentes…”, se lamentaba la ballena.
 
Por desgracia para Moby, también Ahab reservó un camarote a bordo del mismo crucero. Al final, los dos se topan por casualidad en el Acapulco Lounge y se desata una acalorada discusión: pelean sobre la naturaleza del deseo en sí y sobre la naturaleza destructiva del amor romántico e intenso. La disputa degenera en violencia y, en un acceso de furia, Moby hunde el barco con todos los pasajeros a bordo.

Me saqué una calificación de ocho menos en este proyecto.
 
Carrusel disco Carrusel disco | Foto (fragmento): Pixabay © Pexels En marzo de 2017 el festival Nueva Literatura me pidió que moderara una mesa redonda sobre el tema literatura LGBTIQ* alemana contemporánea. La titulamos “Silence is Violence: LGBTQ Writing in Fracturing Political Climate” (El silencio es violencia: la escritura LGBTQ en un clima político fracturado”). y reunimos a un grupo de varios autores de habla alemana y a un autor de lengua inglesa. En las obras de todos ellos aparecía un protagonista alemán LGBTIQ*.
 
Abrí la discusión tratando de delimitar la literatura LGBTIQ*. Ciertamente, todos nos habíamos agrupado en una época de tensión política y cultural, pero primero quería descubrir cómo definíamos, como grupo, la literatura LGBTIQ*. ¿Se determina por una sensibilidad específica, es la temática o es algo totalmente diferente?

Entonces, les pregunté: “¿Creen que exista algo así como una estética gay?” Y la respuesta unánime fue: “No”.

Los autores presentes en esa mesa redonda dijeron todos que primero que nada eran escritores y que todo lo demás, incluyendo su sexualidad, venía después.
 
En ese momento supe que nadie en esa mesa redonda adoraba Dinastía como yo.
 
¿Se había perdido algo en la traducción cultural? ¿Mi experiencia de nociones gays no se podía traducir a la nomenclatura alemana actual? ¿Es que acaso ninguno de esos ponentes quería encerrarse en su cuarto a reflexionar?
 
Esta mesa redonda en el festival me recordó de manera importante que la estética gay (occidental) de la emocionalidad no predomina en todas partes. No todo gay se define por lo extremo de sus sentimientos. A muchos incluso les cuesta conformar cualquier tipo de sensibilidad. Pero quizá esta sensibilidad ya no tiene que ser el motor que impulse el arte gay. O quizá estos artistas alemanes estén tratando también de dejar atrás las limitaciones de estos estereotipos.
 
Yo soy un estereotipo, uno que reúne una multiplicidad en sí mismo. Creo que no estoy listo para desprenderme de eso.
 
El concepto queer estadounidense es que hay que extraer fuerza del estereotipo, hay que despertarlo, transformarlo y convertir la paja en oro. Lo cual, visto más de cerca, está vinculado directamente con la retórica estadounidense sobre el tema del amor propio.
 
¿Pero ahora, qué? ¿Cómo es la escritura gay si es que no gira en torno a la sensibilidad gay? Me dediqué a leer a fondo las traducciones de los autores alemanes presentes en la mesa redonda. Las obras estaban ejecutadas de manera lírica y concienzuda, con tramas narrativas que se movían hacia adelante y con maravillosos análisis de los personajes. Los textos eran relatos elaborados con gran habilidad, la emocionalidad caótica se usaba sólo como un producto secundario para la estructura. Quizá nuestro “dialecto” gay, tan fuertemente codificado, ya no sea necesario si queremos que se nos integre cada vez más.
 
Pero… pero… quizá mi corazón pueda seguir viviendo. Gracias al internet, el fuego interno seguirá ardiendo. Los niños nos (me) van a salvar. Hace poco encontré un montón de cuentas en las redes sociales, creadas y manejadas por un grupo de millenials, dedicadas por entero al fino arte de la faggotery, a la jotería. Nada muere nunca de verdad.
 
Una vez le mandé a un amor no correspondido un casete con una mezcla de canciones de amor de Shirley Horn. Llamé a la mezcla Horn of Plenty (cuerno de la abundancia). Me encanta Shirley Horn, sus canciones pueden interpretarse como dramáticamente serias o como trágicamente irónicas, según el estado de ánimo. Y mi estado de ánimo es siempre una mezcla de ambas cosas.
 
I had my share
I drank my fill
And even though I'm satisfied
I'm hungry still
To see what's down another road beyond the hill
And do it all again
– Here's to Life, Shirley Horn

El corazón desea lo que el corazón desea. Mis deseos y anhelos están cocinados al punto. Soy lo que soy: un gay de 45 años, que adora las comedias musicales, el jazz, la música disco y a Proust. Mis sentimientos homosexuales lo permean todo. A partir de ahora, no hay regreso.

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