¿Qué es realidad?
Más real que lo real

¿Cómo se puede, cómo se debería definir la realidad en tiempos de mundos virtuales y alternativos, gafas de VR y noticias falsas?
De Thilo Hagendorff
¿Qué hay? ¿Qué existe? ¿Qué es real? Estas preguntan parecen a primera vista fáciles de responder. Real es lo que podemos tocar y percibir. Pero si se observa mejor, la preguntar por la realidad resulta mucho más compleja. Lo que yo percibo, ¿es también realidad o sólo un fenómeno subjetivo?
El consenso social
Un concepto de realidad ampliamente difundido parte de que hay una realidad material que es percibida a través de los sentidos y puede ser reproducida mediante representaciones y lenguaje. Cuando hablamos de realidad en nuestra vida cotidiana, la mayoría de las veces nos referimos a este concepto: la realidad es lo que puede ser observado y medido, lo que puede expresarse a través de un conocimiento demostrable empíricamente, lo que existe como mundo exterior objetivo y no puede desaparecer caprichosamente. Si bien en algunas teorías filosóficas como el escepticismo se cuestiona la existencia de un mundo exterior material –al fin y al cabo podríamos estar soñando continuamente–, generalmente se acepta que habría algo como una realidad. Más allá de estos juegos intelectuales, la comprensión común dice que existe un mundo real y que hay un conocimiento verdadero o enunciados verdaderos que coinciden en lo esencial con ese mundo.
En la vida cotidiana hay, pues, una gran coincidencia acerca de lo que puede ser realidad. ¿Hemos encontrado así ya una definición de realidad? De ningún modo. En los últimos años, dos fenómenos han planteado nuevos interrogantes que llevan al límite nuestra comprensión cotidiana de la realidad: por un lado ahora tenemos la realidad virtual. Los desarrollos tecnológicos permiten construir mundos digitales de tal modo que los podemos experimentar de una manera tan real como al mundo no virtual. Otro fenómeno, de gran impacto social, son las llamadas fake news, que si bien se basan en ficciones, crean nuevas realidades en el plano mediático.
Estos dos fenómenos muestran que no sólo existe la realidad objetiva sino que también hay realidades diferentes, virtuales y realidades inventadas o desfiguradas por los medios y que sin embargo, muy probablemente son consideradas verdaderas o fácticamente existentes. ¿Qué nos dicen estos fenómenos sobre la realidad?¿Y qué rango le debemos dar a las realidades virtuales o ficticias?
Más real que la realidad: la realidad virtual
Desde su surgimiento, la realidad virtual (VR) y su tecnología han sido objeto de reflexiones filosóficas. En principio la cuestión es qué significa el hecho de que la la realidad sea virtual. Con el adjetivo virtual se designa generalmente una realidad artificial, no-real. Esa realidad virtual tiene el mero estatuto de una representación complementaria de la realidad. Lo que es virtual, supuestamente no es real, sino una simulación o modelo de la realidad.
En los hechos, la idea de una indiferenciación entre realidad virtual y no virtual es un mero juego intelectual cuya realización técnica aún es pura especulación. Sin embargo, Jeremy Bailenson, uno de los más conocidos investigadores en el campo de la realidad virtual, da por seguro que en diez o veinte años será muy difícil distinguir en el plano visual entre realidad virtual y no virtual. Por su parte, el investigador Michael Heim habla de la "paradoja de la virtualidad": la expresión "realidad virtual" va perdiendo sentido en el plano sensorial a medida que esa realidad se acerca a la "natural".
Como sea, las tecnologías de VR todavía no han desencadenado un debate relevante sobre si lo que debamos llamar real es arbitrario o no. En este contexto, llama mucho más la atención otro fenómeno: las fake news.
Realidades falsificadas: fake news
Si se consideran las noticias falsas, los hechos alternativos, las teorías conspirativas y otros contenidos mediáticos distorsionados, la idea de una pluralidad –o incluso la de una relatividad– de realidades asume un papel más bien problemático. Pues si desaparece una comprensión básica y común de la realidad, los procesos de negociación democrática se tornan disfuncionales.
Hoy en día, ese reclamo de aumentar la pluralidad de las visiones de la realidad se ha concretado en el plano mediático... y las consecuencias de ese relativismo desintegran en todo el mundo las conquistas de los estados democráticos. Las noticias distorsionadas, falsas o ideológicamente tergiversadas, que se difunden vía Messenger, grupos o de modo automatizado mediante bots y algoritmos personalizados, tienen millones de visitas y las leen millones de personas.
En las discusiones sobre fake news vuelve a ganar relevancia la vieja idea de una realidad fáctica, auténtica, con cuyo mero conocimiento, si es adecuado, se pueden separar los hechos de la ficción. Ya la expresión fake news da cuenta de una perspectiva desde la cual supuestamente se puede conocer objetivamente cómo son los hechos.
Las democracias necesitan verdades fundamentales compartidas por todos
Ciertamente, por un lado, la fijación dogmática y autoritaria de lo que ha de tomarse por realidad debe considerarse problemática. Por otro, sin embargo, de la postura relativista respecto a la realidad se derivan conflictos caóticos e improductivos. Para poder seguir protegiendo las democracias se necesita reconquistar cierta cantidad de verdades fundamentales y compartidas que puedan ser tomadas como base para otros debates. Aquí habría que encontrar una justa vía media: con una nueva educación en competencias mediáticas, haciendo que las redes sociales adopten determinados ideales periodísticos en la producción de contenidos, dándole una autoridad mayor a los conocimientos adquiridos científicamente, tales como los algoritmos modificados. Las democracias se basan en el debate.