Almaty
Dossym Satpayev, Politólogo

De Dossym Satpayev

Dossym Satpayev © © Dossym Satpayev Dossym Satpayev © Dossym Satpayev
¿Qué podría simbolizar para usted su situación actual o la de su país?

La actual situación de crisis es algo nuevo que debemos enfrentar, un caso de estudio para nuestra gestión de crisis y para la psiquis humana en situaciones excepcionales, ya que muchos debieron abandonar su zona de comodidad. En Kazajistán, la crisis del coronavirus plantea nuevos desafíos; es una especie de indicador que señala muchos problemas que estaban ocultos.

Por ejemplo, cuando se intentó introducir la educación online en todo el territorio y la red no resistió la carga, resultó evidente que la digitalización todavía no ha avanzado lo suficiente. Además, hay una crisis de confianza respecto a lo que el Estado dice y hace. Incluso una parte de la población abriga la sospecha de que la disposición de severas medidas de cuarentena estuvo motivada políticamente refrenar el número de protestas. Y si falta la confianza, es difícil coordinar acciones efectivas contra las amenazas.

 
Muchos no se sienten ya a gusto.
Muchos no se sienten ya a gusto. | © Dossym Satpayev

¿Cómo cree que la pandemia transformará el mundo? ¿Qué consecuencias ve en el largo plazo?

La pandemia y la vertiginosa caída del precio del petróleo están llevando a Kazajistán a serios problemas sociales y económicos. Las medidas de cuarentena fueron un golpe duro para las pequeñas empresas y la clase media, muchos establecimientos de estos sectores debieron interrumpir sus actividades. En el país hay casi un millón de autónomos; son los primeros que pierden su trabajo. Si el precio del barril de petróleo llega por debajo de 45 dólares, los ingresos estatales por la exportación de petróleo y gas se reducen drásticamente, y este sector representa casi el cincuenta por ciento del presupuesto estatal de Kazajistán.

Las agencias de gobierno locales están preocupadas.
Las agencias de gobierno locales están preocupadas. | © Dossym Satpayev
El coronavirus y la caída del precio del petróleo han llevado a una devaluación de la moneda nacional: otros efectos que se pueden ver son el aumento de precios, de la tasa de inflación, el estancamiento de muchas industrias y el crecimiento del desempleo. Las autoridades temen que un empeoramiento de la situación socioeconómica del país, con estándares de vida más bajos y mayor desempleo, pueda llevar a fuertes conflictos sociales. Y esto a su vez enciende las voces de protesta.

¿Qué le da esperanza?

Me da esperanza la frase de Friedrich Nietzsche: “Lo que no me mata, me hace más fuerte”. Por eso, cada crisis es una nueva experiencia y una lección de la que tenemos que sacar las conclusiones correctas. Si antes asociábamos la palabra “globalización” sobre todo con una comunidad mundial de consumo, la pandemia del coronavirus ha mostrado a muchas personas que la globalización trae también amenazas y responsabilidades para todos.

El coronavirus logró lo que no habían logrado las advertencias sobre cambio climático: nos mostró que todos estamos en el mismo barco y podemos ser víctimas de la misma tormenta, independientemente de la nacionalidad, del bienestar social o de la situación económica de un país. Por eso espero que, una vez que la pandemia se haya apagado, la consciencia de los hombres se transforme y haya más responsabilidad. Los gobiernos de muchos países deberían comprender que es peligroso ahorrar en salud, pues en la lucha contra los virus ni los ejércitos ni los bancos ni las empresas están en primera línea. También es equivocado ahorrar en educación, pues es la ignorancia la que favorece en situaciones de crisis la propagación de enfermedades... incluido el virus de la desinformación. Debe estimularse la economía digital. Y es irresponsable ahorrar en investigación científica. Con ayuda de la ciencia se pueden prever futuras amenazas y proyectar medidas preventivas para evitar crisis, algo que los políticos a menudo ignoran.

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