Parte 2: ¿Alemania como modelo para enfrentar el pasado?

De Jenny Wüstenberg

Aquí el punto decisivo es que el objetivo principal de los activistas no era desmantelar las estatuas que simbolizaban una cultura conmemorativa que consideraban inadecuada – aunque sí practicaron también ese tipo de “protesta de la memoria”–. Sin embargo, invirtieron mucho más tiempo en el silencioso y lento “trabajo sobre la memoria”: la investigación de archivos, la realización de entrevistas, la creación de exposiciones, la planificación de recorridos a pie alternativos y más. Al emprender ese trabajo, los involucrados llegaron a comprender el intrincado funcionamiento del dominio nazi y las estructuras locales de poder y resistencia y transportaron esta comprensión a todos los ámbitos de la sociedad. Exigieron, generalmente contra una resistencia considerable, que se marcaran los sitios del terror nazi y del sufrimiento judío y que se nombrara a los perpetradores. Este fue un cambio fundamental respecto a los monumentos anteriores, que se habían dedicado vagamente a las “víctimas de tiempos violentos”. Poco a poco, los políticos y funcionarios reconocieron que había una demanda turística y educativa de una historia más crítica y que el apoyo a los museos y monumentos locales era, de hecho, una política conveniente.  

Reinvención de sitios conmemorativos después de la Reunificación: del activismo de la memoria al establecimiento de la memoria

Con la reunificación de los dos Estados alemanes en 1990 surgió la necesidad de reinventar los grandes sitios conmemorativos de los campos de concentración que el Estado de Alemania Oriental había instrumentalizado para reforzar su legitimidad ideológica. Se liberaron considerables sumas de dinero para los sitios conmemorativos oficiales del Holocausto, incluidos los grandes campos de concentración en suelo alemán, el monumento a la Topografía del Terror en Berlín (donde se había alojado, entre otras instancias, la antigua sede de la Gestapo de Berlín) y el monumento conmemorativo del Holocausto de Berlín. En todas estas instituciones, los antiguos activistas, que habían dedicado su tiempo libre y energía a enfrentar el pasado nazi y por lo tanto habían adquirido habilidades esenciales, se convirtieron entonces en colaboradores e incluso en líderes. Aportaron la idea de que recordar el Holocausto era esencial para la democracia alemana y un logro que debía defenderse contra aquéllos que argumentaban que era hora de “dejar todo eso atrás”. Como consecuencia, Alemania hoy no sólo tiene un paisaje descentralizado de conmemoración, compuesto por miles de marcadores del pasado nazi, sino que este paisaje conmemorativo está profundamente institucionalizado y respaldado por la política y la financiación oficiales. El activismo de la memoria democrática se ha convertido en el establecimiento de la memoria.  

El impulso cívico para recordar en Alemania fue, por supuesto, el resultado de circunstancias únicas: el fallecimiento de la generación responsable durante las décadas de 1930 y 1940, el trabajo preparatorio realizado por sobrevivientes, artistas e intelectuales desde 1945, y el surgimiento de un entorno político progresista respaldado por nuevos movimientos sociales. Esta situación no se puede replicar. Pero la Iniciativa de Justicia Igualitaria (EJI, por sus siglas en inglés), el grupo fundado por el defensor de la reforma de la justicia penal Bryan Stevenson, quien a menudo hace comparaciones entre los enfoques alemanes y estadounidenses del pasado, se ha inspirado en esta historia de conmemoración cívica.

Cultura de la memoria centralizada y descentralizada en Estados Unidos

El Monumento Nacional por la Paz y la Justicia en Montgomery, Alabama, es a primera vista un sitio central que recuerda a las víctimas del linchamiento y el terror racializado cometido contra los estadounidenses negros. El museo acompañante, el Museo del Legado, representa sucintamente la historia del racismo y la violencia desde la esclavitud, pasando por la era de Jim Crow, hasta la violencia policial y el encarcelamiento masivo de afroamericanos, niños incluidos. Es una declaración altamente política que llama a la sociedad estadounidense a reconocer los errores cometidos en el pasado y a abordar sus repercusiones en el presente.
El Monumento Nacional por la Paz y la Justicia, en Montgomery, Alabama.
El Monumento Nacional por la Paz y la Justicia, en Montgomery, Alabama. | Foto: Jenny Wüstenberg
Sin embargo, al mismo tiempo, la EJI ha tratado de desencadenar una conmemoración descentralizada que sólo puede funcionar si cuenta con el apoyo de iniciativas cívicas locales. El monumento está compuesto por cientos de columnas colgantes, cada una de las cuales representa un condado de los Estados Unidos en los que ocurrieron linchamientos. De cada uno, una réplica se encuentra a la espera de ser recogida por los ciudadanos, para ser erigida en cada condado. El “resultado” sería un impresionante monumento descentralizado a las víctimas de la injusticia racial y la violencia.

Pero aún más importante aquí, lo mismo que en Alemania, es el proceso necesario para hacer posible esta conmemoración descentralizada: no se puede conducir desde arriba, sino que debe surgir de la iniciativa cívica a nivel local. Los ciudadanos deben realizar investigaciones, practicar la participación pública, organizar recorridos a pie y exposiciones: hacer el trabajo sobre la memoria, antes de que se pueda sentir un amplio impacto. Y al igual que sucedió después de 1945 en Alemania, los monumentos construidos por la sociedad civil no son automáticamente buenos para la democracia. Hay muchos activistas que trabajan en la dirección opuesta, buscando proteger las estatuas confederadas, por ejemplo. Asegurarse de que el trabajo de conmemoración sea beneficioso para la democracia requiere un amplio debate y un compromiso sostenido, no sólo las acciones temporales de unos cuantos.

Esta es una lección que los alemanes de hoy harían bien en revisar. Los ataques antisemitas y xenófobos (así como las infraestructuras partidistas y de redes sociales que los avivan) están en aumento en la República Federal de Alemania. Los añejos exhortos para abordar el pasado colonial de Alemania sólo recientemente han llegado a una audiencia más amplia.  Claramente, la “topografía de la memoria” existente en Alemania no debe verse como una excusa para dormirse en los propios laureles y para decirles a otros cómo “superar” mejor su pasado. El activismo cívico es tan necesario como siempre. 

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