250 años de Georg Friedrich Hegel
Pensador de tiempos de la revolución y gran humorista

DDR-Briefmarken mit Georg Wilhelm Friedrich Hegel
Sellos de la RDA con Georg Wilhelm Friedrich Hegel | © Deutsche Post

En 2020 celebramos el 250 aniversario del natalicio de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, un pensador cuya filosofía se convirtió en un elemento constitutivo de los tiempos de revolución en los que vivió. Hegel formuló el moderno concepto de familia, sus tesis sobre el fin de la historia se retomaron varias veces y sus reflexiones no moralizantes sobre el egoísmo del ser humano moderno superan, hasta hoy, muchos análisis actuales.

De Tereza Matějčková

1770, su año de nacimiento y, por tanto, el aniversario, lo comparte Hegel con su condiscípulo y amigo Friedrich Hölderlin. Sabemos por varias cartas cuánto fascinaba a Hegel el genial poeta, con el que compartía una habitación en el albergue de estudiantes. Muchas cosas los unían: ambos seguían con gran entusiasmo los sucesos en torno a la revolución francesa, juntos tradujeron la Antígona de Sófocles, y Hegel le dedicó al poeta su poema Eleusis. Tiempo después, Hegel debió presenciar cómo Hölderlin sucumbió a su enfermedad mental. Hölderlin fue también una fuente de inspiración en muchos sentidos: fue gracias a él que Hegel descubrió la fuerza de la poesía, de la imaginación y el poder destructor de la locura.

La época que le tocó vivir a ambos hombres fue revolucionaria. Se redefinió al Estado, la familia, la religión e incluso la filosofía. Después, como profesor y rector de la Universidad de Berlín, Hegel se consideró a sí mismo como un actor de esa transformación: con su obra ofreció una comprensión filosófica de los cambios de la época. El derecho del individuo a la libertad personal fue el hilo conductor que recorrió la obra del pensador. Además, Hegel fue el primero en fundamentar toda una filosofía en la autodeterminación. Por eso Klaus Vieweg, quien publicó una biografía monumental para conmemorar el aniversario, nombró al idealista de la razón “filósofo de la libertad”.

Hegel se contó también entre los primeros en abordar el peligro relacionado con el énfasis que se da a la individualidad. Observó esta dificultad entre los románticos y su arte, que destacaban su propio interior a costa de los otros, y por eso, en última instancia, también a costa de sí mismos.

Resulta característico de Hegel que en ninguna fase haya devenido en moralista, y que no haya criticado a su época por su egocentrismo. En lugar de eso, aceptó el reto de presentar el concepto de una sociedad que le hace justicia al derecho a la individualidad, pero, al mismo tiempo, también al hecho de que un ser humano sólo resulta individual y único para otro ser humano cuando ambos se encuentran frente a frente.

“Vagabundo de oficio”

Hegel vivió en plena era revolucionaria, su filosofía poseía un carácter revolucionario y la inestabilidad de ese tiempo se reflejó también en su vida. Cuando, entre los años de 1805 y 1807 trabajó en su Fenomenología del espíritu, se involucró con Christina Burkhardt. De esa relación nació un hijo ilegítimo. La posterior vida profesional y personal de Hegel se caracterizó por la inconstancia: alternó los oficios de periodista, redactor y pedagogo. El propio Hegel, quien durante esa etapa de su vida sufrió carencias económicas, describió esos años como desgastantes. No obstante, también complementaron su obra filosófica de una manera muy particular: hasta ese momento no había sucedido con frecuencia que un pensador introdujera a la filosofía tantos temas tan distintos. En la obra de Hegel aparecen reflexiones sobre la familia moderna, la economía de mercado, Shakespeare y el periodismo. Según Hegel, un filósofo debía interesarse por todo.

Cuando el “vagabundo de oficio”, ya cuarentón, pidió la mano de Marie von Tucher, quien en ese momento contaba 21 años, los padres de la muchacha se horrorizaron y trataron de impedir la boda. No obstante, al final se realizó el enlace matrimonial y Hegel destacó en Fundamentos de la filosofía y del derecho que las únicas personas que pueden decidir acerca de un matrimonio son los futuros contrayentes. De esa forma no sólo cuestionó el papel de los matrimonios arreglados, sino que también rechazó al matrimonio como una institución cuya función es la de servir a la sociedad. En lugar de ello, subrayó que el único origen y el objetivo de esa unión es el amor.

El amor fue la palabra clave de esa época. Los románticos vieron en ella el absoluto mundano y a la verdadera religión, que la Iglesia suplantaba con su “despotismo moral”, como Hegel le escribió a Hölderlin en una carta. Sobre todo en sus escritos tempranos se puede reconocer que también Hegel tenía debilidad por el amor. Para él, el amor es el sentimiento más elevado, y, en cierto sentido, también el núcleo de la propia realidad: todo lo que puede denominarse como relación, puede considerarse también como amor. Nada tiene su raíz en sí mismo. Justamente la idea de la dependencia recíproca entre los seres humanos la subraya Hegel como el motivo que podría superar el peligro del egoísmo moderno.

También este aspecto se muestra en la concepción que tiene Hegel del matrimonio. Las personas entran al enlace matrimonial con el amor como fundamento, lo cual no debe terminar en un rechazo “romántico” del matrimonio como institución. El hecho de que las personas se vinculen en el plano institucional y frente a otros a través de un ritual refuerza este vínculo. Hegel describe al matrimonio como un ejercicio espiritual, en el que las personas se ejercitan para permanecer juntas, a pesar de todas las dificultades. Pero, para Hegel, un papel similar lo desempeña también la amistad o incluso la colaboración. También gracias a ellas construimos relaciones que van más allá de nosotros y, por tanto, como anota Hegel, amplían nuestro sentido. Hegel refiere estas observaciones también a los descendientes. La fertilidad se ve atraída por el amor, y su realización son los hijos. Los hijos no son sólo las barreras de nuestra libertad, también significan la libertad de los padres: entre más responsabilidad tengamos que asumir por otros, más autosuficientes y fuertes seremos.

El primer filósofo del siglo XIX

Hegel, quien tuvo dos hijos con Marie von Tucher y acogió posteriormente en su familia también a su hijo no legítimo, transfirió esta recién adquirida estabilidad a su vida laboral. A los 48 años consiguió su primer trabajo en el mundo académico, en la Universidad de Berlín. Así Hegel comenzó la transformación que lo llevaría a ser el primer filósofo de aquella época. En la Universidad de Berlín, de la cual más tarde sería también rector, se hizo conocido por sus clases de filosofía de la historia. Se dedicaba de manera preferente a su tesis del “fin” de la historia mundial. De acuerdo con ella, los seres humanos en el mundo occidental, sobre todo en Prusia, alcanzaron el pensamiento más sublime que puede formularse: que la libertad y la libre autodeterminación le son inherentes a la esencia del ser humano. Sin embargo, para que el ser humano tenga la posibilidad de determinar libremente sobre sí mismo, se requiere de instituciones que protejan esta libertad. Sin estas instituciones, la libertad sería un privilegio de los seres heroicos. Precisamente en el mundo moderno, el derecho a la libertad se concibe de manera novedosa en instituciones gracias a las cuales el ser humano puede hacer realidad la libertad personal. Con estas tesis sobre el “fin” de la historia Hegel no quería decir que ésta dejar de ser. Más bien tenía en mente la idea de que ya no se podría formular nada más elevado y que las sociedades que una vez hubieran reproducido esta idea y luego quizá retrocedido un paso, probablemente aspirarían de nuevo a este pensamiento.

Cuando Hegel murió de cólera en 1831, quedó claro que se había ido un hombre que estaba a la altura de Aristóteles y Tomás de Aquino. Sin embargo, el zeitgeist pronto cambió y muchos empezaron a considerar la optimista filosofía de Hegel como un episodio sin continuación. Esto resultó no ser verdad. Ahora, en el aniversario 250 de su natalicio, vemos con cuántos diversos matices ha sobrevivido el idealista alemán. Casi resulta imposible de creer que el Hegel analítico, que está en casa en el mundo anglosajón, tenga algo que ver con el Hegel existencialista y pícaro de los franceses, o con el Hegel crítico social de la Escuela de Fráncfort, que goza de la mejor salud. Una disciplina en sí misma lo constituye el Hegel psicoanalítico-marxista, cuyo copyright está en manos de los eslovenos y que no se abordará aquí.

La diversidad de nuevas aproximaciones a la obra de Hegel no sólo demuestra la riqueza de su pensamiento, sino también la ligereza, la apertura e incluso el humor de sus obras. Bertolt Brecht fue quien mejor se expresó de este aspecto de Hegel, tan frecuentemente pasado por alto: “Cuando una vez padecí reumatismo y no me podía mover, me sumergí en la Ciencia de la lógica, de Hegel. Es una de las obras más humorísticas de la literatura mundial. En ella se habla de la vivacidad de los conceptos, sobre estos entes astutos, cambiantes, irresponsables, acerca de la forma en que se pelean, en que de repente blanden sus cuchillos para al instante siguiente sentarse juntos a una mesa para compartir la cena, como si nada hubiera pasado. Siempre aparecen en parejas, como si cada una de ellas estuviera en alianza con su opuesto; por lo demás, siempre se comportan también como una pareja. […] No son capaces de vivir ni una con la otra ni una sin la otra. […] Pero su sentido del humor revela algo esencial sobre ellas. Nunca he conocido a una persona que conociera bien la lógica de Hegel y que careciera de sentido del humor.”

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