América Latina en foco
Democracia e inteligencia social

Aun en condiciones adversas, con respuestas del Estado ausentes, lentas o insuficientes, la inteligencia colectiva y la sabiduría de las multitudes son recursos ilimitados que se encuentran siempre disponibles, señala la investigadora Thamy Pogrebinschi​.

De Thamy Pogrebinschi

La pandemia de covid-19 desencadenó un sinnúmero problemas imprevistos. En su mayoría, los gobiernos de todo el mundo no estaban preparados para enfrentarlos, por lo que debieron diseñar respuestas en muy poco tiempo y bajo condiciones altamente inciertas. En países con baja capacidad estatal y alta desigualdad social, esos desafíos han sido aún mayores. En América Latina, donde la capacidad estatal es de por sí baja y es alta la desigualdad, el coronavirus encontró las condiciones óptimas para proliferar. En algunos países, la respuesta ante la crisis sanitaria se ha visto agravada también por la crisis económica, el malestar social y la inestabilidad política.
 
En este escenario, se vuelve esencial reconocer los límites del Estado para enfrentar desafíos tan enormes e impredecibles, y recurrir para ello la sociedad civil. La capacidad estatal no se puede construir de la noche a la mañana, pero la inteligencia social es un recurso ilimitado, que está disponible permanentemente. En los últimos años, la tecnología digital ha impulsado increíblemente lo que durante mucho tiempo se llamó inteligencia social (Dewey) y que ahora se conoce más a menudo como inteligencia colectiva (Lévy), sabiduría de las multitudes (Surowiecki) o razón democrática (Landemore). En conjunto, estos conceptos apuntan a la herramienta más poderosa disponible para los gobiernos frente a problemas complejos: la obtención y el intercambio de conocimientos, información, habilidades, recursos y datos de los ciudadanos para abordar problemas sociales y políticos.

La comunicación, laS acciones y las conexiones

La pandemia de covid-19 ofrece de este modo una oportunidad para poner a prueba el potencial de la inteligencia social como combustible de procesos de colaboración creativa, que pueden ayudar a los gobiernos a reinventarse y a prepararse para los desafíos que quedarán después de que se controle el virus. Con colaboración creativa me refiero a una gama de formas de comunicación, acciones y conexiones entre los ciudadanos, entre ciudadanos y las organizaciones de la sociedad civil (OSC) y entre estos y sus gobiernos con el objetivo común de abordar problemas que afectan a todos, y a los cuales el Estado, por diversas razones, no puede responder (satisfactoriamente) por sí mismo.

Si bien varios países latinoamericanos enfrentan la crisis de la pandemia con gobiernos que no pueden o no quieren contenerla o reducir sus daños, la sociedad civil ha desarrollado una cantidad sustancial de innovaciones democráticas digitales durante los últimos meses. Estas comprenden instituciones, procesos y mecanismos que dependen de la participación ciudadana digital como medio para resolver problemas sociales y políticos. Las tecnologías digitales permiten que las innovaciones democráticas operen como catalizadoras de la inteligencia social, convirtiendo a los ciudadanos en solucionadores de problemas en la medida que aportan conocimientos, información, datos y habilidades tendientes a abordar desafíos comunes que los gobiernos deberían manejar.

La tecnología digital y el conocimiento

Lo que se denomina genéricamente crowdsourcing es la combinación de inteligencia social y tecnología digital. Al buscar el conocimiento proveniente de los ciudadanos, los gobiernos pueden recabar grandes cantidades de información de fuentes que de otro modo probablemente no serían accesibles. El crowdsourcing facilita principalmente la recopilación de ideas, conocimientos y datos. Permite que una cantidad ilimitada de ciudadanos participe y contribuya en todas las etapas del ciclo de políticas públicas. Los mecanismos de recopilación de conocimientos constituyen herramientas eficaces para identificar problemas, diseñar posibles soluciones y reunir los insumos necesarios para la implementación exitosa de estas últimas. El crowdsourcing posibilita así el uso de la inteligencia social para mejorar las políticas y las acciones gubernamentales, especialmente cuando el Estado se encuentra abrumado, tal como sucede en situaciones de emergencia y momentos de incertidumbre.

Entre el 16 de marzo y el 1º de julio de este año se crearon al menos 400 innovaciones democráticas digitales en 18 países de América Latina con el objetivo específico de manejar la crisis del covid-19 y mitigar su impacto, según datos recientes del proyecto LATINNO.  Básicamente, se trata de mecanismos y procesos digitales en los que la ciudadanía puede abordar problemas sociales, políticos y humanitarios relacionados con la pandemia. Alrededor del 25% de estas innovaciones democráticas digitales depende claramente de la combinación de inteligencia social y crowdsourcing digital.

Estas innovaciones digitales han sido desarrolladas en su gran mayoría por organizaciones de la sociedad civil. Alrededor del 75% de ellas no cuenta con ninguna participación de los gobiernos, lo que llama la atención en una región conocida por implementar la participación ciudadana institucionalizada por el Estado. La sociedad civil ha tomado la delantera en la mayoría de los países, pero especialmente en aquellos donde las respuestas de los gobiernos han sido escasas (Brasil y Nicaragua), lentas (México), insuficientes debido a la falta de recursos económicos (Argentina) o de infraestructura (Perú), o simplemente ineficientes (Chile).

Para compensar las deficiencias del Estado

Con base en estos datos de 18 países latinoamericanos, se puede observar que las innovaciones democráticas digitales abordan los desafíos planteados por el brote de covid-19 principalmente de cinco maneras. Primeramente, generando información verificada y datos confiables. En segundo lugar, mediante la geolocalización de problemas, necesidades y demandas. En tercera instancia, movilizando recursos, habilidades y conocimientos para abordar esos problemas, necesidades y demandas. En cuarto término, conectando la demanda (personas y organizaciones necesitadas) con la oferta (personas y organizaciones dispuestas a proporcionar lo que sea necesario). Y quinto y último, implementando y monitoreando las políticas y las acciones públicas. En algunos países, hay un sexto uso de innovaciones democráticas digitales que atraviesa a los otros cinco: la asistencia a grupos vulnerables tales como ancianos, mujeres, niños y jóvenes, pueblos indígenas y afrodescendientes.

Si bien se han observado empíricamente durante la crisis del covid-19 en América Latina, estos cinco empleos de la inteligencia social se pueden expandir a cualquier situación en la cual ciudadanos y OSC intervengan para suplir las deficiencias estatales, respondiendo a desafíos que no pueden resolver de manera adecuada y satisfactoria los gobiernos por sí solos. Cuando el Estado actúa en concierto con la sociedad civil y recurre a ella para resolver problemas concretos, la democracia es la principal ganadora. En una democracia, ejercer el poder es “actuar en concierto”, tal como lo señaló Hannah Arendt. La crisis del covid-19 ha demostrado que algunos desafíos sociales y políticos solo pueden afrontarse si se actúa en conjunto con los demás, y que la democracia solo puede recuperarse del virus si la cura involucra a los ciudadanos, a la sociedad civil y a los gobiernos por igual.

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