Polarización
“Una actitud abierta a aprender”

Al usar la palabra “estupidez” en el discurso público, se da un paso más allá para descalificar y, como consecuencia de ello, para cerrarle la puerta a la posibilidad de entender, reflexiona el emprendedor público colombiano.

De Javier Guillot

Empiezo con poner el término entre comillas pues creo que debemos preguntarnos por el sentido de usarlo, especialmente si buscamos impulsar la acción colectiva para la transformación sistémica. ¿Cuál es el sentido de usar la palabra “estúpido” para referirnos a un colectivo? ¿Cuál es la intención que procuramos comunicar cuando calificamos un comportamiento individual o colectivo como “estúpido”? 

Creo que estas preguntas son importantes en parte porque vivimos en un mundo en el que muchas personas diferentes pueden tener juicios sobre la estupidez muy distintos, a veces diametralmente opuestos. Estamos rodeados de historias sobre la existencia de colectivos que juzgan a otros colectivos como estúpidos, y viceversa. En este tipo de configuración, ¿cómo construir espacios para resolver problemas compartidos, en especial cuando se trata de problemas relacionados con convivir, sobrevivir y responder a los desafíos sistémicos que nos involucran colectivamente, a escalas planetarias y locales?

En todas partes hay historias sobre dualidades polarizantes. Elecciones o plebiscitos que se deciden por márgenes mínimos. Nosotros y los otros, el blanco y el negro, el azul y el rojinegro, este cajón y ese otro cajón. Narrativas y visiones de mundo que parecen partir del desencuentro y asumir la inevitabilidad de la lucha obliterante. Cuando se cuenta la historia de que el colectivo en una esquina es estúpido o se comporta de manera estúpida, ¿qué tan frecuentemente ocurre que la misma historia podría ser contada desde la otra esquina?

Con una carga peyorativa

El problema se agudiza porque la noción de estupidez, especialmente cuando es promulgada sobre humanos, en términos individuales o colectivos, suele traer aparejada una carga peyorativa, una especie de intención comunicativa que busca establecer superioridad o inferioridad. Es una carga que exalta las emociones, especialmente en el discurso público, justamente porque indica un tipo de descalificación radical. Las ciencias sociales y biológicas nos dicen mucho sobre por qué los agentes con propósitos, como los humanos, podemos actuar de forma contraria a nuestros intereses, individual o colectivamente. Pero creo que al usar la palabra “estupidez” en el discurso público se da un paso más allá para descalificar y, en consecuencia, para cerrarle la puerta a la posibilidad de entender.

Puede haber una posible analogía con el oficio de los hackers, en un sentido clásico, el cual nace en comunidades dedicadas a estudiar libremente los sistemas informáticos. Un hacker debe primero comprender el sistema que pretende hackear: observarlo, hablar su idioma, entender su código, para luego descubrir cómo configurar elementos con el potencial de transformarlo. No le ayuda mucho al combo hacker partir de juzgar que hay estupidez en el sistema por hackear. Al contrario: ayuda partir con una curiosidad genuina, una suerte de actitud de escucha profunda, una actitud abierta a sorprenderse y aprender. 

Creo que requerimos algo parecido para diseñar y materializar escenarios de transformación de los sistemas en los que participamos. No se trata tanto de combatir la estupidez colectiva, sino de buscar cómo entendernos para responder a lo que nos involucra mutuamente. Intuyo que las estrategias y las tácticas que requerimos para responder a desafíos compartidos de todo tipo, pero especialmente a los desafíos complejos y enrevesados que vivimos en el presente, desde la pandemia hasta la emergencia climática (todas las crisis socioambientales con sus múltiples capas y dimensiones), deberían basarse en un principio básico de la escucha, de la intención de entender y aprender.

Carta sobre la estupidez colectiva escrita por Marco Konopacki y leída durante el workshop del programa Tramas Democráticas, realizado en forma virtual en 2020. 

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